Análisis crítico del matrimonio igualitario en Cuba como renovación del contrato sexual que garantiza la explotación reproductiva de mujeres

 

Autoras: Catalina Alarcón Martínez. Abogada UV. Carolina Agurto Flores. Nutricionista UBB


Esta semana, el mundo progresista liberal aplaudió la aprobación del nuevo Código de las Familias en Cuba, el cual incluye el matrimonio entre personas del mismo sexo junto con la mal llamada "gestación solidaria". Según el código cubano, se favorece el "ejercicio del derecho de toda persona a tener una familia", y sólo puede tener lugar "por motivos altruistas y de solidaridad humana" en beneficio de quienes, por causas médicas, no puedan gestar o en el caso de parejas de hombres. 

La importancia de este acontecimiento político radica en que sienta un nuevo precedente legal a favor del lobby por la explotación reproductiva que se viene desarrollando en todo el mundo y que también afecta a Chile.

Este lobby no quedó ausente durante la pasada convención constitucional, demostrando importantes similitudes con el caso cubano y de otros países, haciendo muy necesario un análisis crítico de las bases ideológicas que lo sustentan.

Lo más peligroso es que se presenta mediante un lenguaje que pretende ser neutral, propio del patriarcado, intentando convencernos de que tener hijas/os es un derecho de todos. De esta manera se camufla una visión de la gestación y maternidad como simples procesos de producción, que pueden ser enajenados de nuestros cuerpos para ser puestos al servicio del cumplimiento de los supuestos derechos de otros.

El matrimonio igualitario simplemente viene a renovar el contrato sexual -que sigue siendo entre hombres y mujeres- escondiendo bajo el manto de una supuesta igualdad la renovación de estructuras de dominación contra las mujeres. 

¿Qué queremos decir con esto? que con lanzar las palabras “matrimonio igualitario”, se asegura un silenciamiento a las críticas respecto del Matrimonio, como si con estas palabras olvidáramos los principios rectores de esta institución que consiste en una herramienta de dominación patriarcal. 

Como mujeres feministas, no podemos perder de vista que el matrimonio ha sido una creación histórica de los hombres para ejercer propiedad sobre las mujeres y sus crías; y no sólo eso, sino también es un contrato implícito para asegurar la satisfacción de sus deseos sexuales y subordinar a las mujeres dentro de la esfera privada, impidiendo nuestro pleno desarrollo como seres humanas completas; y manteniendo a la familia como el núcleo primario de reproducción de todas las estructuras sociales de dominación y explotación. 

Como mujeres y madres, consideramos necesario denunciar que la "gestación solidaria" consiste lisa y llanamente en explotación reproductiva, una forma moderna de atentar contra nuestra dignidad humana, ya que provoca una deshumanización de la gestación y desapego entre las madres y sus hijas/os. Esto, a nivel social, valida una visión fragmentada de las mujeres, reduciéndonos a un medio de producción, es decir, a un objeto. 

Por otra parte, aunque esta especie de tercerización de la gestación no involucre una retribución económica, de igual manera consiste en explotación reproductiva ya que las parejas del mismo sexo obtienen beneficio del cuerpo de las mujeres, arriesgando su integridad física y psíquica al exponerlas a un proceso que involucra una fuerte carga emocional y biológica. Por otra parte, que sea altruista no quita que, de todas formas, se ofrezca dinero a las mujeres, tal cual como ocurre en Argentina.

Para analizar con mayor profundidad este problema, nos apoyaremos en los análisis de dos feministas: Carole Pateman y María Mies, quienes desde diferentes perspectivas nos entregan las herramientas para observar este fenómeno bajo una mirada feminista. 


Matrimonio y Contrato Sexual 

El concepto de contrato sexual es un importante aporte a la teoría feminista hecho por Carole Pateman, quien en su tesis doctoral publicada en 1988 explica "cómo la diferencia sexual – ser hombre y mujer- se transforma en una diferencia política en las sociedades modernas, es decir, se consolida la libertad civil de los hombres y la sujeción aparentemente – natural- de las mujeres" (Feministas Lúcidas, 2020).

Hoy en día esto se materializa en "cómo la sociedad contractual moderna, deriva hacia otros contratos perjudiciales para las mujeres: el clásico contrato matrimonial y, los posteriores contratos de vientres de alquiler y prostitución, sobre todo, en la actualidad, donde se quieren configurar como un trabajo" (Ana de Miguel, 2019) o en el caso socialista, como un nuevo contrato de consentimiento basado en la solidaridad y altruismo de las mujeres para poner en beneficio de terceros nuestra capacidad reproductiva.

De esta manera, el matrimonio igualitario se configura como una mera reforma del matrimonio clásico, pues continúa siendo una justificación social y legal para sostener "la dominación de los varones sobre las mujeres y el derecho de los varones a disfrutar de un libre acceso sexual a las mujeres" (Carole Pateman, 1988).

Si el fin del matrimonio, desde sus inicios, fue asegurar a los hombres su poder y propiedad sobre las hijas e hijos; en la actualidad el matrimonio igualitario asegura la continuidad del acceso a la capacidad reproductiva de las mujeres gracias a las técnicas de reproducción asistida, además, de volver a darle vida a la institución del matrimonio que ya se encontraba en franca decadencia. 

Por otra parte, esta renovación del contrato sexual contribuye a que el movimiento feminista siga perdiendo su foco de los cimientos de la sociedad patriarcal que necesitamos identificar y abolir para avanzar hacia nuestra real liberación colectiva.

El caso del Código de Familias de Cuba, se asegura la fragmentación de la mujer ya que son otros quienes aportan los gametos, utilizando su cuerpo como si fuese un recipiente desechable, asegurando así que la mujer gestante bajo ninguna circunstancia pueda llegar a arrepentirse de llevar a cabo este proceso ya que el producto que porta no contiene su material genético, lo que asegura el derecho de quienes aportan los gametos.

 

Análisis Ecofeminista

Por su parte la ecofeminista María Mies, ha realizado un brillante análisis sobre lo que ella nombra como "el supermercado de las alternativas en el ámbito de la reproducción" que, mediante las técnicas de reproducción asistida y la ingeniería genética, no buscan el beneficio para las personas estériles, sino que apuntan a la apropiación total de la capacidad reproductiva de las mujeres y la naturaleza. 

Según Mies, las técnicas de reproducción asistida y la edición genética de semillas se presentan por separado cuando en realidad consisten en una sola industria de la reproducción, que busca expandir nuevos nichos de explotación capitalista. 

Esto se materializa claramente en el enorme auge de los cultivos transgénicos; mientras que la explotación reproductiva de mujeres se presenta como una alternativa que -en un contexto de fuerte afectación de la salud reproductiva femenina producto de la contaminación y problemas metabólicos, y sumado al ascenso de las demandas del movimiento LGBT- vuelven a poner la capacidad reproductiva de las mujeres como un "bien o servicio" escaso y apetecible para el mercado de hombres que ansían elevar sus deseos de paternidad a la categoría de derecho.

 

La explotación reproductiva anula la autonomía de las mujeres

La mal llamada "gestación subrogada o solidaria" refuerza la idea de una separación entre la mujer y el embrión, la misma idea en que se basa el movimiento pro-vida para calificar al aborto como un asesinato y negar el derecho de las mujeres a decidir sobre sus cuerpos, creando la ilusión de que podría existir un embrión o feto sin mujer. 

Para Mies, esta separación consiste en un "antagonismo artificial inventado por la ciencia moderna y sus artífices". Según la autora, "en el marco de un sistema basado en el patriarcado y los intereses privados, esta escisión determina automáticamente un conflicto de intereses, un antagonismo entre la madre y el embrión. El feto o el embrión se concibe a partir de ese momento como algo separado de su madre y en la tecnología de la reproducción moderna también se encuentra cada vez con mayor frecuencia, separado del cuerpo femenino" (María Mies, 1998).

Tanto en el caso socialista como capitalista, el interés privado corresponde al - supuesto - derecho de las parejas que tercerizan la gestación y que anulan, mediante un contrato, la autonomía de las mujeres al impedirles su legítima decisión a arrepentirse y abortar, o a decidir continuar con la gestación y ejercer plenamente su maternidad. Nuestra autonomía se acaba donde comienza la relación contractual de consentimiento.


Lobby Regulacionista en Chile

Este se encuentra presente desde hace varios años, y se basa en el mismo argumento presentado en el Código de las Familias en Cuba: consagrar el derecho de todas las personas a reproducirse; lo cual irremediablemente necesita ponerse por sobre los derechos humanos de las mujeres. 

Se encuentra liderado por el médico Fernando Zegers, considerado "maestro de la medicina reproductiva", quien junto a su equipo presentó la iniciativa popular de norma n° 69.382 que proponía que la nueva constitución: "debiese asegurar el derecho de las personas y de las parejas, independientemente de su constitución, a acceder a los avances de la ciencia y la tecnología para tener hijos. Se propone una norma constitucional que consagre el derecho fundamental de las personas a reproducirse, independientemente de su condición sexual, social y económica". 

El rechazado proyecto de nueva constitución efectivamente incluyó este derecho en su art. 61 sobre derechos sexuales y reproductivos, afirmando que: "toda persona es titular de derechos sexuales y reproductivos" y el "derecho de las personas a beneficiarse del progreso científico para ejercer de manera libre, autónoma y no discriminatoria estos derechos." Nuevamente un lenguaje que pretende ser neutral otorgaba derechos a los hombres.

 

Reflexiones Finales

Queremos hacer hincapié en que la concepción social sobre lo que significa ser mujeres no es una cuestión individual, sino que colectiva. Que la narrativa imperante nos fragmente en pedazos de cuerpos valida nuestra deshumanización e intensifica la violencia hacia todas nosotras. Que cada vez existan más países que regularizan la explotación reproductiva amenaza con crear un efecto bola de nieve que borre nuestros derechos permitiendo el auge de una industria cada vez más masiva, junto con una creciente validación social de la misma. 

La sociedad patriarcal capitalista nos quiere fragmentadas para que no visualicemos el panorama general de explotación que se renueva constantemente; para esto utiliza la culpa y así hacernos sentir que le debemos algo a otros, que tenemos que poner el cuerpo a disposición, como si nuestra humanidad pudiese fragmentarse en cuerpo/mente, como si nuestros úteros fueran meras vasijas, como si las mujeres no fuésemos merecedoras de dignidad en todo el sentido de la palabra; y ser consideradas como humanas.

Y esto no se remite sólo a nosotras, sino también a nuestras hijas e hijos, quienes tienen derecho a una sociedad libre de dominación, y no a ser meros productos para satisfacer deseos de otros, sino que seres humanos sintientes indisociables de su madre, de la mujer que los trae al mundo. Debemos exigir que la sociedad reconozca que madre y cría conforman una diada indisoluble que tiene el deber de cuidar, contener y proteger.





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